FILÓCTETES
Ignoro si debo llamarte hermana.
¿Me escuchas? Trueco la tosca miseria
del ámbito, del cuerpo y de la histeria
por tanta tranquilidad inhumana.
Aquí Filóctetes. Aquí el sediento.
Aquí el hombre que lloró solitario
y que revela el triste sentimiento
a un animal no menos mercenario
que la impiedad del andante corazón
que lo enfrenta a una mujer de fiel rostro.
Que es el dolor físico al que me postro.
Que no es el humano ardor, no la razón,
la fuerza que me arrastra a arrastrarme
por lograr alimento tras la marca
en la carne del ave salvaje. Arca
de oro vale el arma que en sustentarme
¿Me escuchas? Trueco la tosca miseria
del ámbito, del cuerpo y de la histeria
por tanta tranquilidad inhumana.
Aquí Filóctetes. Aquí el sediento.
Aquí el hombre que lloró solitario
y que revela el triste sentimiento
a un animal no menos mercenario
que la impiedad del andante corazón
que lo enfrenta a una mujer de fiel rostro.
Que es el dolor físico al que me postro.
Que no es el humano ardor, no la razón,
la fuerza que me arrastra a arrastrarme
por lograr alimento tras la marca
en la carne del ave salvaje. Arca
de oro vale el arma que en sustentarme
empleo: el arco de Hércules. Serpiente,
pensar que una hermana tuya me volvió
rastrero. Aquí el hombre que no conoció
en sueños tu amistad. Aquí el que miente
al decirte su odio y el que te respeta.
Apartado de un mundo por murallas
de tardes y singladuras, las rayas
del cercano tigre que no me inquieta
son hermosas. ¿Acaso mi apariencia,
hecha de suciedad y emanaciones,
le impele a no comerme? Maldiciones
le he gritado en el llanto y en tu presencia.
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