LIBROS, ARTE, CULTURA E INQUISICIÓN EN NUEVA ESPAÑA (VII)
“Los vehículos y medios de entrada de las nuevas ideas son los “navíos de la Ilustración”, que transportan libros, hombres, relaciones, noticias e inquietudes, desde las que se fomentan publicaciones, círculos intelectuales, renovación de programas o planes de estudio universitarios, así como animan la aparición de sociedades de amigos del país, fomentadoras de acciones educativas renovadas. Algunos datos son muy significativos de esa efervescencia intelectual: se cita una remesa de libros llegada al Callao en 1785 compuesta por 38.000 volúmenes, pese a que se regularon las entradas con criterios restrictivos (cédulas de 25 de abril de 1742, cédula de 1 de julio de 1784 prohibiendo, por ejemplo, la venta de la enciclopedia francesa, etc.); el estudio de la composición de bibliotecas privadas según, por ejemplo, datos inquisitoriales como los recogidos por Pérez Marchand en México, o la librería del P. Diego de Cisneros, cuya amistad con el virrey Croix le servía para burlar la investigación aduanera e inquisitorial de los libros, deberán revelar la cronología y la amplitud de esta penetración intelectual de las nuevas ideas a través del libro ilustrado.”
La afirmación de que “todo llegaba” también la sustentan Testas y Testas al referir que “cuando la Junta de Liberación de Buenos Aires decidió crear una biblioteca pública (en 1810, puntualicémoslo), llamó al franciscano fray Cayetano Rodríguez, que solicitó libros a otros religiosos. Entre los libros que llegaron, se contaban la Historia Natural de Plinio, el Diccionario de Física de Brisson, las obras de Locke, una historia natural escrita por un miembro de la Academia de Ciencias de Londres, etc.”
Esta laxitud pudiera estar en el hecho de que el Estado tuvo que luchar especialmente contra los adeptos de la filosofía política del siglo XVIII y no contra la propaganda y crítica protestante ni contra el judaísmo. A lo que se aúna el enorme crecimiento demográfico, resultado de un nuevo régimen emigratorio. “Si la población [en la América hispana] a fines del siglo XVII se calcula en 11.215.000 habitantes, la de fines del XVIII, según Rosenblat, se situaría en 18.806.000, lo que implica un aumento porcentual del 181,54”. Este aumento global está en conexión con tasas elevadas de natalidad, pero también con el crecimiento de la emigración exterior, estimulada por la política borbónica liberizadora del comercio que trae mercaderes procedentes de todas las provincias españolas.
Estas estadísticas son importantes, pues, se sabe, la Inquisición vigila la ortodoxia de las ideas, pero las ideas van con el hombre, para componer, se diría, los rasgos característicos de los distintos grupos sociales y de las mentalidades colectivas. Además, indica el ritmo creciente de permisividad y, por ende, de “independencia” cultural al percibir el hecho fundamental de que, mientras decrece la media anual de procesos inquisitoriales en Nueva España, el número de impresiones librarias y periódicas, de talleres artísticos, de mercaderes, se caracteriza por su aumento.
La afirmación de que “todo llegaba” también la sustentan Testas y Testas al referir que “cuando la Junta de Liberación de Buenos Aires decidió crear una biblioteca pública (en 1810, puntualicémoslo), llamó al franciscano fray Cayetano Rodríguez, que solicitó libros a otros religiosos. Entre los libros que llegaron, se contaban la Historia Natural de Plinio, el Diccionario de Física de Brisson, las obras de Locke, una historia natural escrita por un miembro de la Academia de Ciencias de Londres, etc.”
Esta laxitud pudiera estar en el hecho de que el Estado tuvo que luchar especialmente contra los adeptos de la filosofía política del siglo XVIII y no contra la propaganda y crítica protestante ni contra el judaísmo. A lo que se aúna el enorme crecimiento demográfico, resultado de un nuevo régimen emigratorio. “Si la población [en la América hispana] a fines del siglo XVII se calcula en 11.215.000 habitantes, la de fines del XVIII, según Rosenblat, se situaría en 18.806.000, lo que implica un aumento porcentual del 181,54”. Este aumento global está en conexión con tasas elevadas de natalidad, pero también con el crecimiento de la emigración exterior, estimulada por la política borbónica liberizadora del comercio que trae mercaderes procedentes de todas las provincias españolas.
Estas estadísticas son importantes, pues, se sabe, la Inquisición vigila la ortodoxia de las ideas, pero las ideas van con el hombre, para componer, se diría, los rasgos característicos de los distintos grupos sociales y de las mentalidades colectivas. Además, indica el ritmo creciente de permisividad y, por ende, de “independencia” cultural al percibir el hecho fundamental de que, mientras decrece la media anual de procesos inquisitoriales en Nueva España, el número de impresiones librarias y periódicas, de talleres artísticos, de mercaderes, se caracteriza por su aumento.
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