LIBROS, ARTE, CULTURA E INQUISICIÓN EN NUEVA ESPAÑA (VI)
No importó que el Índice se volviera un instrumento de control político. El aumento de las riquezas y aún las reformas borbónicas dieron pie a la ampliación del espectro de “intercambio” cultural. Arcila Farías ejemplifica el crecimiento comercial:
“Ya en el año de 1777 se admitía que el aumento de la riqueza en Nueva España era considerable. En una comunicación a los diputados del comercio de España, declaraba el virrey Bucareli que “desde fines del siglo pasado se reconoce la constante proporción con que esto crece según el cuidado, el aumento de la población, el cultivo y el laborío de las minas, pero nunca han sido tan visibles las ventajas como en estos últimos años, que se vio salir de Veracruz la flota del señor Córdoba interesada en veinte y seis millones y medio sin contar otras partidas no de poca monta en embarcaciones particulares, que todo ha llegado a Cádiz con felicidad”. Y agregaba que la flota que en esos momentos había iniciado la venta de sus frutos en Jalapa era tan grande “cual ninguna otra se ha visto, y que por los principios que lleva en sus ventas y la abundancia de caudales que hay en el reino, nos promete un retorno que haga olvidar el de la antecedente”.
Y efectivamente, esa flota, que estuvo a cargo de Antonio Ulloa, salió de Veracruz en enero de 1778 con un cargamento por valor de 29 millones de pesos, aproximadamente, de los cuales correspondieron a particulares, en oro y plata, más de 18 millones, más otros 5 millones en frutos del país. En cambio, de cuenta de la Real Hacienda sólo condujo 5 350 000 pesos. Este aumento era una consecuencia directa de la política de facilidades otorgadas a la navegación y el comercio con las Indias, política que culminó con el Decreto de 1789, por el que Nueva España entró en el sistema de comercio libre.
El mencionado decreto tuvo repercusiones económicas y sociales muy profundas, como 1) la huida del capital comercial antiguo hacia nuevas actividades (agricultura y minería), 2) la ampliación de la clase capitalista por el ingreso de un número mayor de comerciantes, 3) el aumento del consumo de mercaderías europeas, 4) el crecimiento del volumen de los negocios, 5) la demanda de capital, 6) el fin de la hegemonía del comercio de México.
Y es que paralelamente a las novedades del reformismo administrativo borbónico, penetraron en América las corrientes ideológicas típicas de la época, que, en cierta manera, vinieron a constituir formas nuevas de “heterodoxia” y, por lo tanto, en principio materia de vigilancia y preocupación para el Estado y su instrumento de control que era la Inquisición. Se trataba de las corrientes europeas ilustradas, de filósofos, librepensadores y neojansenistas, volterianos, enciclopedistas en general, “adoradores” de la razón. Eran las formas que, desde el punto de vista conservador, constituían una corriente crítica que sometía a revisión todos los legados de la tradición, desde los fundamentos de la sociedad a los conceptos de monarquía política, desde la economía mercantilista a la religión dogmática.
“Ya en el año de 1777 se admitía que el aumento de la riqueza en Nueva España era considerable. En una comunicación a los diputados del comercio de España, declaraba el virrey Bucareli que “desde fines del siglo pasado se reconoce la constante proporción con que esto crece según el cuidado, el aumento de la población, el cultivo y el laborío de las minas, pero nunca han sido tan visibles las ventajas como en estos últimos años, que se vio salir de Veracruz la flota del señor Córdoba interesada en veinte y seis millones y medio sin contar otras partidas no de poca monta en embarcaciones particulares, que todo ha llegado a Cádiz con felicidad”. Y agregaba que la flota que en esos momentos había iniciado la venta de sus frutos en Jalapa era tan grande “cual ninguna otra se ha visto, y que por los principios que lleva en sus ventas y la abundancia de caudales que hay en el reino, nos promete un retorno que haga olvidar el de la antecedente”.
Y efectivamente, esa flota, que estuvo a cargo de Antonio Ulloa, salió de Veracruz en enero de 1778 con un cargamento por valor de 29 millones de pesos, aproximadamente, de los cuales correspondieron a particulares, en oro y plata, más de 18 millones, más otros 5 millones en frutos del país. En cambio, de cuenta de la Real Hacienda sólo condujo 5 350 000 pesos. Este aumento era una consecuencia directa de la política de facilidades otorgadas a la navegación y el comercio con las Indias, política que culminó con el Decreto de 1789, por el que Nueva España entró en el sistema de comercio libre.
El mencionado decreto tuvo repercusiones económicas y sociales muy profundas, como 1) la huida del capital comercial antiguo hacia nuevas actividades (agricultura y minería), 2) la ampliación de la clase capitalista por el ingreso de un número mayor de comerciantes, 3) el aumento del consumo de mercaderías europeas, 4) el crecimiento del volumen de los negocios, 5) la demanda de capital, 6) el fin de la hegemonía del comercio de México.
Y es que paralelamente a las novedades del reformismo administrativo borbónico, penetraron en América las corrientes ideológicas típicas de la época, que, en cierta manera, vinieron a constituir formas nuevas de “heterodoxia” y, por lo tanto, en principio materia de vigilancia y preocupación para el Estado y su instrumento de control que era la Inquisición. Se trataba de las corrientes europeas ilustradas, de filósofos, librepensadores y neojansenistas, volterianos, enciclopedistas en general, “adoradores” de la razón. Eran las formas que, desde el punto de vista conservador, constituían una corriente crítica que sometía a revisión todos los legados de la tradición, desde los fundamentos de la sociedad a los conceptos de monarquía política, desde la economía mercantilista a la religión dogmática.
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