DEL FUEGO, QUE PURIFICA


Hecha de tiempo detenido,
esta lumínica noche no ha de lograr distraerme.
Ardo y me calcino. Los bichos umbríos,
entre máscaras,
en las sombras de la noche se resguardan.
Cucarachas llenas de estulticia,
ausentes de mi luz,
enmohecen escondidas y enterradas con los topos.
Arde el león dorado que devora águilas.
Arde la zarza. Arde el Infierno.

Dios, mi Dios, Ten compasión
de la ceniza que por voluntad propia
al fuego torna y se reduce
más y más en su eterno laberinto y que Te pide,
bajo el vapor de la lágrima que a Tu Cielo sube,
la muerte o la humana agonía del amor.
Posted on 11:05 a.m. by Musa Ammar Majad and filed under | 0 Comments »

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