LA TRIFACIALIDAD EN EL ARTE OCCIDENTAL: ILUSTRACIONES ALQUIMICAS
Las ilustraciones alquímicas partían de una exigencia; Geber, un hermético del siglo VIII, recomendaba: “Este arte no debe ocultarse bajo palabras oscuras, pero tampoco debe ilustrarse tan claramente que a todos resulte comprensible”. Se trata de una voluntad constante para un tipo de expresión de procesos y conceptos de una ciencia, la ciencia alquímica, que recurre a formas simbólicas compuestas, las más de las veces, por figuras híbridas. Es un carácter tan acentuado que, incluso, se habla de bestiarios alquímicos, con la presencia del dragón, el grifo, el uroboros, el ave fénix, la salamandra, el unicornio, la sirena, donde, por ejemplo, el uroboros es la imagen de la unidad de la materia y la salamandra simboliza el fuego y el azufre. De los seres híbridos destacan el Rebis, ser andrógino y alado que adopta en sus representaciones la segunda solución iconográfica para el hermafroditismo, es decir, la vertical, con una mitad masculina y otra femenina, con un único seno, con la presencia del pene y la vagina y con dos cabezas; el dragón tricéfalo, cuyas tres cabezas simbolizan el azufre, el mercurio y la sal; el monstruo simbólico de la transmutación creado por Giovanbattista Nazari en el siglo XVI como ilustración de Della trasmutazione metallica sogni tre, publicado en Brescia, extraño ser tricéfalo consistente en un híbrido de dragón, gallo, gallina y hombre.
Pero de las imágenes trifaciales utilizadas para representar el hermetismo alquímico, sin duda, la más reconocible por sus antecedentes es aquella alegoría de la alquimia que remite directamente a la figura de Fanes, como la atribuida a Hieronymus Olgiatus, siglo XVI, que cuenta con una inscripción sobre la que se ha apuntado: “La inscripción: ‘Hoc monstrum generat, tum perficit ignis et Azoch’ significa que el tiempo produce la materia prima mientras el fuego y el mercurio la perfeccionan (la acción unida del fuego y el azogue se creía que transformaban la materia prima en la ‘piedra filosofal’)”.
Nuevamente aparece el tiempo y no es para menos, pues la figura del Aion o Fanes, de la que proviene la Alegoría de la Alquimia, simbolizó, desde Persia y el culto a Mitra, el principio divino de lo eterno, en el cual el tiempo se mantenía como fuente indispensable de las fuerzas creadoras del universo. El primer Aion, el Aion persa, es una figura masculina con cabeza de león, lleva una serpiente enroscada alrededor del cuerpo y sostiene una llave en la mano derecha; el Aion posterior, el equivalente clásico, es completamente humano y, comúnmente, aparece dentro del “círculo del tiempo”, formado por los doce signos del zodiaco. Las representaciones clásicas de Fanes enfatizan a una figura masculina y joven que surge entre las llamas de un huevo primigenio. Alado y con un rayo en la mano que sustituye a la llave persa, se presenta con el cuerpo enroscado por una serpiente. Los símbolos son obvios: de Cronos (tiempo) nacieron Éter (aire), Erebo (tinieblas) y Caos; Cronos convirtió a la primera de sus emanaciones, Éter, en un huevo, el cual se rompió en dos cuando de él emergió Fanes. Éste, el primer ser nacido de los dioses, tiene un nombre que procede del griego phaino, “yo brillo”, ya que está identificado con el Sol, es decir, con el portador de la luz.
Pero de las imágenes trifaciales utilizadas para representar el hermetismo alquímico, sin duda, la más reconocible por sus antecedentes es aquella alegoría de la alquimia que remite directamente a la figura de Fanes, como la atribuida a Hieronymus Olgiatus, siglo XVI, que cuenta con una inscripción sobre la que se ha apuntado: “La inscripción: ‘Hoc monstrum generat, tum perficit ignis et Azoch’ significa que el tiempo produce la materia prima mientras el fuego y el mercurio la perfeccionan (la acción unida del fuego y el azogue se creía que transformaban la materia prima en la ‘piedra filosofal’)”.
Nuevamente aparece el tiempo y no es para menos, pues la figura del Aion o Fanes, de la que proviene la Alegoría de la Alquimia, simbolizó, desde Persia y el culto a Mitra, el principio divino de lo eterno, en el cual el tiempo se mantenía como fuente indispensable de las fuerzas creadoras del universo. El primer Aion, el Aion persa, es una figura masculina con cabeza de león, lleva una serpiente enroscada alrededor del cuerpo y sostiene una llave en la mano derecha; el Aion posterior, el equivalente clásico, es completamente humano y, comúnmente, aparece dentro del “círculo del tiempo”, formado por los doce signos del zodiaco. Las representaciones clásicas de Fanes enfatizan a una figura masculina y joven que surge entre las llamas de un huevo primigenio. Alado y con un rayo en la mano que sustituye a la llave persa, se presenta con el cuerpo enroscado por una serpiente. Los símbolos son obvios: de Cronos (tiempo) nacieron Éter (aire), Erebo (tinieblas) y Caos; Cronos convirtió a la primera de sus emanaciones, Éter, en un huevo, el cual se rompió en dos cuando de él emergió Fanes. Éste, el primer ser nacido de los dioses, tiene un nombre que procede del griego phaino, “yo brillo”, ya que está identificado con el Sol, es decir, con el portador de la luz.
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