NACIMIENTO DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
En el siglo XII, con el nacimiento de las universidades, empezó, en la de París especialmente, la disputa teológica sobre el Misterio de la Concepción, que se agudizó en el siglo siguiente. El primer templo cristiano dedicado a la Concepción sin mancha de María es el de la Concepción de Toledo, en el cual y en tabla incorporada en un altar secundario se representa, en pintura del siglo XV, con el símbolo legendario del Abrazo ante la Puerta de Oro que un ángel cobija. Fue este templo el primero conventual de la nueva Orden consagrada a la Virgen, llamado de las Concepcionistas franciscanas, y pronto se fundaron dos monasterios en Madrid, el de la Inmaculada Concepción Franciscana y el de la Concepción Jerónima.
De 1497 data la obra impresa en Valencia titulada Vita Christi, escrita por la abadesa del Real Convento de la Trinidad, sor Isabel de Villena, a la que se atribuyó el nuevo modo de representar la Purísima Concepción, con la Virgen en pie, sobre la luna, vestida de blanco, con manto azul celeste, cruzadas las manos sobre el pecho, recibiendo la corona que colocan en sus sienes el Padre Eterno y el Hijo Unigénito, mientras extiende las alas sobre ella la paloma del Espíritu Santo. Tal dibujo en grabado aparece en la reimpresión de dicha obra en 1513, que constituye la iniciación de la que poco después será la representación de la Concepción.
Ya, a partir de este momento, se puede especificar una iconografía para la Inmaculada Concepción. Son dos las variantes. La primera forma es más simbólica, y se reduce al Abrazo de Santa Ana y de Joaquín frente a la Puerta Dorada. La segunda es la más extendida, y comprende las características de la Mujer Apocalíptica. Éstas son: de pie sobre la luna y coronada de estrellas, extiende los brazos o los coloca en actitud de oración, mientras desciende la vista hacia la tierra. También destaca la presencia de “los símbolos de las Letanías, que son su escudo de armas (Arma Virginis), de la misma manera que los instrumentos de la Pasión constituyen el blasón de Cristo (Arma Christi)” .
De 1497 data la obra impresa en Valencia titulada Vita Christi, escrita por la abadesa del Real Convento de la Trinidad, sor Isabel de Villena, a la que se atribuyó el nuevo modo de representar la Purísima Concepción, con la Virgen en pie, sobre la luna, vestida de blanco, con manto azul celeste, cruzadas las manos sobre el pecho, recibiendo la corona que colocan en sus sienes el Padre Eterno y el Hijo Unigénito, mientras extiende las alas sobre ella la paloma del Espíritu Santo. Tal dibujo en grabado aparece en la reimpresión de dicha obra en 1513, que constituye la iniciación de la que poco después será la representación de la Concepción.
Ya, a partir de este momento, se puede especificar una iconografía para la Inmaculada Concepción. Son dos las variantes. La primera forma es más simbólica, y se reduce al Abrazo de Santa Ana y de Joaquín frente a la Puerta Dorada. La segunda es la más extendida, y comprende las características de la Mujer Apocalíptica. Éstas son: de pie sobre la luna y coronada de estrellas, extiende los brazos o los coloca en actitud de oración, mientras desciende la vista hacia la tierra. También destaca la presencia de “los símbolos de las Letanías, que son su escudo de armas (Arma Virginis), de la misma manera que los instrumentos de la Pasión constituyen el blasón de Cristo (Arma Christi)” .
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