GLOBAL VS. LOCAL
Como “acción a distancia” la globalización es explicada a través de ejemplos contundentes: ver en el noticiario la caída de la bolsada Nueva Cork o Tokio, la Tensión en Oriente Próximo, las consecuencias políticas de los poderes de seducción de una joven funcionaria de la Casa Blanca. Lo que implica, por tanto, una subordinación de operaciones culturales, políticas y económicas de una localidad a su contraparte extranjera. Es el sometimiento de lo local a lo global. Es formar parte de una naturaleza social ambivalente: por un lado, está integrada y contaminada industrialmente; por el otro, está “purificada” en su virtualidad, propiciando que venezolanos e ingleses, españoles y chinos, rusos y brasileños se sientan más próximos. Es la vida cotidiana determinada por la transformación técnico-industrial, la fusión de los mercados, la manipulación biológica, los patrones uniformizantes de consumo, el desarrollo competitivo; efectos todos provenientes en su mayoría desde agentes externos, sean a la familia, a la comunidad, a la ciudad o al país. Piénsese en Internet, esa materialización bytes de lo que McLuhan denominó “la aldea global”, dado que constituye un proceso creciente de complejas interconexiones entre sociedades, culturas, instituciones e individuos a escala mundial. Se trata de una comunicación que lo invade y lo conforma todo. Resulta así que, sin distingo, patrones diversos afectan directamente a la familia (base social), redundando en procesos de transformación de las ciudades y de los países. En su economía, política y cultura los países se transforman para adaptarse a cambios operantes en otras latitudes. Cambian la administración, el escenario económico, los flujos humanos. La prueba no es otra que la construcción y/o transformación de los parques industriales, la apertura política, las inversiones externas, los cambios tecnológicos, las nuevas demandas del mercado laboral, los intereses de la legislación ambiental, la compleja estructura jurídica que promueven los países para insertarse en las esferas globales, en fin, la actitud del individuo para buscar un lugar en un universo no demarcado por límites geográficos o institucionales, sino amparado por el carácter de lo simbólico, es decir, de aquello que se sabe que existe pero que es intangible. Lo global aparece, a todas luces, como una compleja red, que no por no ser clara deja de ser efectiva. Y es que lo “glocal” (global y local) trabaja con una totalidad resultante de elementos constituyentes permeables y diversos, motorizando su “estabilidad” y/o existencia a partir de una única constante: los elementos constituyentes, en cuanto diversos y permeables ante los procesos externos, habilitan nuevas perspectivas y potencian problemas existentes, y hasta crean otros, colocándolos como nuevos procesos externos para latitudes distintas. Lo internacional, como carácter, siempre ha existido. Lo que ahora nos ocupa es que lo internacional pesa cada vez más sobre lo nacional. No significa que desaparece la dimensión nacional de los problemas, pero sí, en cambio, que los asuntos internacionales pasan a tener una relevancia que antes no tenían. Piénsese en los flujos internacionales de capital que duplican el crecimiento del comercio internacional. Piénsese en el hecho de que el comercio crece dos veces más rápido que la producción mundial. No en balde la palabra “glocal” es producto de una necesidad de conceptuar por parte de las grandes corporaciones transnacionales con la finalidad de esquematizar sus nuevos procesos de mercadotecnia. |
0 comentarios:
Publicar un comentario