DIGNIDAD DE LO GROTESCO EN EL ARTE


Son palabras de Benveniste: “El arte nunca es otra cosa que una obra particular, en la cual el artista instaura libremente las reacciones y los valores con los que juega con toda soberanía, no habiendo ni ‘respuesta’ que esperar, ni contradicciones que eliminar, sino sólo una visión que expresar, según los criterios, conscientes o no, de los cuales la composición entera es testimonio y se convierte en manifestación” (1971, p. 67).
Tal posibilidad teórica tiene cabida en una obra pictórica cuando se observan los elementos discretos organizados como unidades perceptivas. Si se condiciona una obra pictórica a un sistema significante es porque la misma presenta la coexistencia de elementos discretos de naturaleza icónica con elementos simbólicos. Clara la causa: multiplicidad de significantes, que exigen un receptor de perspectiva múltiple, derivando en la preeminencia de lo connotativo dentro del discurso gráfico-textual: analogías, elipsis, sugerencias. Cada imagen y cada relato pueden ser descodificados de diversas formas, en dependencia de los referentes culturales del receptor. La distinción es válida.
En Hegel, se dilucidan, además de la belleza, aunque en menor grado de extensión, cuatro conceptos primordiales: la fealdad, lo sublime, lo trágico y lo cómico. En virtud de la naturaleza icónica, de los elementos simbólicos, de la carga referencial, ¿a cuál de dichas categorías compete lo grotesco?
Hegel no dedica a la fealdad un tratamiento sistemático. De un pasaje sobre la caricatura (1954, t. II, p. 234) se colige que la fealdad implica siempre falseamiento. “Supongo que eso debe tomarse en el sentido de que alude a un tipo cuya sugestión constituye una parodia”, apareciendo, por tanto, la esencia de la fealdad: “la caracterización falsa” (Bosanquet, 1961, p. 410). Y es que la brutalidad, el mal genio y lo grotesco no son la fealdad; lo ideal romántico vuelve deliberadamente su espalda a la belleza clásica sin abandonar el reino de la belleza como tal (Bosanquet, 1961, p. 412).
Aunque podría tratar de circunscribirse a lo cómico, sobran los ejemplos para otorgarle a lo grotesco una categoría estética independiente. La pintura de Miquer Rivera está poblada de seres mitológicos, demoníacos y otros extravagantes engendros. En sus telas se pueden hallar ostensibles rasgos de lo grotesco, es decir, ese tipo de arte que se caracteriza por la mezcla de lo animal, lo humano y lo monstruoso. Es un estilo que tiene larga data en el arte occidental y que ha sido muy bien estudiado por Wolfgang Kayser. Se le encuentra en las pinturas, con figuras contrahechas y deformes, de Velázquez; en los Caprichos y, sobre todo, en Contra el bienestar común, de Goya, donde el hombre que parece representar al abogado tiene garras en vez de dedos, patas de animal en vez de pies humanos y alas de murciélago en vez de orejas; y, naturalmente, con más abundancia, en los lienzos de Hieronymus Bosch (El imperio milenario, El infierno, El jardín de las voluptuosidades), de Bruegel (Gret la loca), de Hogarth y de Callot. Para no mencionar los famosos bestiarios medievales (poblados de basiliscos, de onagros, hipogrifos, esfinges y quimeras).
Lo grotesco difiere absolutamente de la visión realista, porque allí las cosas están llevadas al absurdo, porque rompe con la ordenación de la naturaleza y de la lógica. Lo grotesco consiste en la transposición de cuerpos humanos a formas de animales y plantas o al revés, en la destrucción de la simetría y en el pronunciado desequilibrio de las proporciones. Lo grotesco significa lo extraño, lo no natural, lo aventurado, lo caprichoso, lo ridículo, lo caricaturesco. Para Kayser es ante todo “lo desordenado y lo desproporcionado” (1964, p. 36). Según el renombrado crítico alemán, éste sería el estilo característico. “El arte de la actualidad evidencia una afinidad con lo grotesco como no la tuvo, acaso ninguna otra época” (Kayser, 1964, p. 40). Lo grotesco es, ciertamente, el rostro de un mundo carente de rostro humano. Podría ser la expresión simbólica y visceral de una sociedad degradada y carente de valores e ideales.


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS


Benveniste, E. (1971). Semiología de la lengua. Barcelona : Paidós.
Bosanquet, B. (1961). Historia de la estética. Buenos Aires : Nueva Visión.
Hegel, G. W. F. (1954). Estética. Buenos Aires : El Ateneo.
Hegel, G. W. F. (1985). Introducción a la estética. Barcelona : Nexos.
Kayser, W. (1964). Lo grotesco. Buenos Aires : Nova.
Posted on 4:35 p.m. by Musa Ammar Majad and filed under , , | 4 Comments »

4 comentarios:

Anónimo dijo... @ 14 de mayo de 2009, 9:10 p.m.

de quien es la imagen que ilustra este archivo

Miguel García dijo... @ 6 de enero de 2011, 9:05 p.m.

Hola.
Me parece concreto y conciso tu texto, muy bien explicado. Se ve que andas clavado en los monstruos y las cosas por el estilo.
Felicidades!

Miguel García dijo... @ 6 de enero de 2011, 9:06 p.m.

Hola.
Me parece muy interesante el texto que escribiste; es conciso y muy bien explicado. Se ve que andas clavado(a) en las ondas monstruosas o po rel estilo.
Felicidades!

Miquer Alberto Rivera Santiváñez dijo... @ 11 de enero de 2014, 8:08 p.m.

Con un saludo de artista. Usted hace con sinceridad su parte, por eso es valioso. Debajo del disfraz que tengo, mi alma y obras llevan el sello de lo grotesco; aunque me aferro con desesperación a las raíces de la belleza para seguir pintando, siempre tratando de observar mejor lo elevado y sublime. Gracias, y hasta pronto. Por Miquer Alberto Rivera Santiváñez.