BUCHENWALD Y AUSCHWITZ


27 de enero de 1945. El Ejército Rojo libera el campo de exterminio de Auschwitz. Buchenwald se autolibera el 11 de abril de ese mismo año bajo la dirección del Partido Comunista alemán. La elite política alemana quiere minimizar este hecho, dando importancia a su uso por la URSS después de la II Guerra Mundial. Los alemanes llaman a Weimar, situada en Turingia, "la ciudad de los poetas y pensadores" porque fue uno de sus más importantes centros culturales en los siglos XVIII y XIX. Nombres como Johann Wolfgang von Goethe y Franz Liszt se asocian a ella. Sin embargo, en sus afueras se halla, literalmente, una fábrica de muerte, planeada también por mentes alemanas entre 1937 y 1945: Buchenwald.
"No sabíamos nada de eso", era una respuesta que los aliados escucharon muy a menudo cuando en 1945 liberaron un campo de concentración tras otro. El 15 de abril de ese año el comandante estadounidense de Weimar estaba harto de tanta hipocresía. Tuvo una orden para el alcalde: reunir a mil ciudadanos para que fueran a ver lo que aseguraban no haber conocido. El grupo lo componían personas de los dieciocho hasta los cuarenta y cinco años, en primer lugar miembros y funcionarios nazis. Dos tercios deberían pertenecer a la clase alta, un tercio a la baja. El alcalde informó de que la marcha iba a durar seis horas, acompañada por médicos y ambulancias.
Los forzados visitantes del campo de concentración tenían mucha más suerte que los doscientos cincuenta mil infelices que entre 1937 y 1945 pasaron por Buchenwald. Las guardias de las SS tenían el derecho a asesinar a los enfermos y débiles por las razones que más les parecieran convenientes o, también, sin ninguna de ellas. La administración del campo registró sesenta y cinco mil fallecimientos. El ejército de EEUU grabó la visita de los weimarianos que vieron a los muertos, esqueléticos, amontonados delante del crematorio y otros, más muertos que vivos, de los veintiún mil que sobrevivieron el terror nazi. Algunos de ellos habían construido Buchenwald.
Se sabe que en 1937 empezaron las obras, llevadas a cabo por los propios presos en condiciones inhumanas. Ya entonces la política de las SS consistía en sacar el máximo provecho posible de los detenidos. Cada piedra de ese lugar la colocaron hombres y mujeres, bajo el frío, la lluvia y el hambre, aupada por una circunstancia que se diría, muchas veces, más fuerte que la voluntad: los golpes.
La muerte acechaba. Vestía uniforme negro, con una "calavera" en la gorra, unas runas "SS" en la solapa y una cruz gamada en el brazo izquierdo; tenía por pasatiempos las palizas, las torturas, las ejecuciones y los experimentos de laboratorio.
Después de la guerra se encontró la carta en la que una empresa química regateaba con las SS el precio de "150 mujeres en el mejor estado de salud posible" para un experimento. La industria consiguió bajar el precio por persona de 200 Reichsmark a 150 marcos. Eso sería hoy en día un valor de 1.000 euros y de 750 euros, respectivamente. En 1944 la fábrica Krupp "alquiló" a dos mil presos por 4 Reichsmark el día. Se ahorró el 75 % del sueldo habitual en un mercado de trabajo vaciado por la guerra. El dinero paró en las arcas de las SS, que ofreció a Krupp un servicio especial: entrenamiento de las guardias de las presas en un campo de concentración.
A pesar de toda la represión, los comunistas presos lograron organizarse y ocuparon poco a poco puestos importantes en la administración. El 18 de agosto de 1944 las SS asesinaron, ejecutando una orden de Hitler, al líder comunista Ernst Thälmann. Otros, como Jorge Semprún y el secretario general de la CNT del Norte, el navarro Víctor Moriones Belzunegui, sobrevivieron el infierno. Con habilidad, el PC alemán creó, con la ayuda de los polacos, rusos y franceses, su propio arsenal de armas para la liberación. Ese día llegó el 11 de abril, después de que dos mil miembros de las SS dejaron el campo para combatir o para fugarse. La operación duró dos horas y causó dos bajas entre los antifascistas. Ciento veinticinco SS cayeron presos, un número no determinado murió. Durante dos días los comunistas alemanes controlaron el campo hasta que la US Army tomó el mando.
En los tiempos de la República Democrática Alemana la liberación de Buchenwald era un día importante porque representaba la victoria del socialismo sobre el nazismo. En la República Federal, por contra, el "Verdugo de Buchenwald", un tal Sommer, terminó su vida en una residencia de ancianos.
Después de la unificación los cristianodemócratas empezaron a minimizar la lucha antifascista en Buchenwald, recordando que la URSS internó en ese "campo especial n°2" a nazis, tanto sospechosos como reales. De los veinte ocho mil internados, siete mil murieron. A la derecha alemana le parece poco la exposición especial sobre este capítulo de Buchenwald, mientras que muchos veteranos antifascistas la consideran un ultraje.
También está Auschwitz, sinónimo de la muerte industrializada. El 27 de enero de 1945 el Ejército Rojo liberó el campo de exterminio de Auschwitz, situado en Polonia. Poco antes las SS habían "evacuado" a sesenta y seis mil presos. Dejaron a cinco mil enfermos.
Antes de marcharse, las SS habían volado las cámaras de gas y los crematorios. No querían dejar huella alguna. Sin embargo, los soldados soviéticos encontraron abundante material sobre los experimentos del siniestro doctor Josef Mengele. El médico de los SS logró escapar y murió en libertad en algún lugar de América Latina. Asimismo las grandes empresas, como la alemana IG Farben y la estadounidense IBM, salvaron el beneficio adquirido durante el nazismo. En 1946 el comandante de Auschwitz, Rudolf Höss, reconoció que bajo su dirección, entre 1941 y 1943, habían muerto tres millones de personas.
El Holocausto ha sido el resultado de una política marcada por el acoso social, la ilegalización profesional y la expropiación de un determinado grupo humano. La "arianización" hizo que unos seis mil millones de marcos cambiaran de propietario. Cuando en otoño de 1941 la "Reichsbahn" transportó en sus vagones a miles de judíos del oeste alemán a los guetos de las recién ocupadas repúblicas bálticas, los deportados habían dejado todas sus propiedades en manos del Estado alemán. Incluso tuvieron que pagar su transporte hacia la muerte.
Con los sistemas y conocimientos de IBM, las SS registraron a sus víctimas y organizaron los transportes. Las SS compensaron estos gastos con el alquiler de sus esclavos a la IG Farben y a otras empresas que se habían instalado en Auschwitz. En el andén de Auschwitz las SS seleccionaron a los recién llegados entre "útiles" e "inútiles". Estos últimos tuvieron que entregar sus pocas pertenencias antes de entrar desnudos en las "duchas", donde el gas Zyklon B los mató. Un grupo de presos tenía la obligación de quitar a los muertos los dientes de oro y las prótesis. Después fueron quemados los cuerpos sin vida. Ahí no terminaba el aprovechamiento industrial: las cenizas servían de abono; de los huesos se hacía jabón; con la piel de los tatuados se fabricaban lámparas.
Los "útiles" murieron trabajando, llenando así las cuentas de las SS y de las empresas. Otros presos sirvieron de conejillos de indias para experimentos. He aquí lo singular del Holocausto: las víctimas de los nazis no eran nada más que una pieza industrial cuya fuerza y su material fue aprovechado al máximo. Los nazis asesinaron a seis millones de judíos, tres millones de presos de guerra soviéticos y doscientos veinte mil gitanos de Roma y Sinti.
En 1996 el gobierno cristiano-liberal de Helmut Kohl fijó el 27 de enero como fecha oficial para recordar el magnicidio cometido en nombre alemán. Los críticos decían que Kohl eligió el campo de concentración de Auschwitz para tener el recuerdo lejos de tierras alemanas.
Posted on 4:00 p.m. by Musa Ammar Majad and filed under , , | 2 Comments »

2 comentarios:

Aurora dijo... @ 18 de septiembre de 2009, 1:49 p.m.

"Cuando nace un niño judío no sé qué hacer con él: no puedo dejar al bebé en libertad, pues no existen los judíos libres; no puedo permitirles que vivan en el campamento, pues no contamos con las instalaciones que permitan su normal desarrollo; no sería humanitario enviarlo a los hornos sin permitir que la madre estuviera allí para presenciar su muerte. Por eso, envío juntos a la madre y a la criatura."

Así dijo Megele luego de un "periodo de compasión".

Anónimo dijo... @ 6 de abril de 2011, 9:08 a.m.

Por otro lado Giuseppe Ungaretti escribió un poema hermoso llamado “No gritéis más”:

“Dejad de matad a los muertos,
No gritéis más, no gritéis
Si aún los queréis oír,
Si esperáis no perecer.

Tienen un imperceptible susurro,
No hacen más rumor
Que el crecer de la hierba,
Dichosa donde no pasa el hombre”.

Aunque me queda la duda si el arte en algún momento podrá representar la barbarie y el sufrimiento de toda una nación...

Aquí les dejo un enlace que seguramente les gustará es de un artículo que lleva por nombre el campo de los muertos http://mundoarte.portalmundos.com/el-campo-de-los-muertos/